No era un señor

Aviso: este texto es plagio, imitación o como lo queráis llamar, pero me permitís plagiar a Reverte, ¿verdad?

En contestación a No era una señora:

Hoy me quedé de pasta de boniato. Estaba ojeando la página de inicio de mi cuenta de Facebook y me tropecé con una contestación de Pérez-Reverte a un usuario de Twitter desconocido. Al menos, creí que era Pérez Reverte, en estos asuntos de las redes sociales nunca sabes quién es real o “fake”, como llaman ahora a los suplantadores. Un señor de sesenta y cuatro años, bien considerado, normalmente vestido, quizá con un punto demasiado formal para su actitud distendida, siempre abierta a caer en lo «políticamente incorrecto». Por lo demás, de aspecto agradable. Ni elegante ni ordinario. Ni guapo ni feo. Tropecé con su contestación, como digo, estando yo en un momento de ocio y él a saber dónde ni cómo. Y acto seguido, por reflejo automático, y por aquello de tomar nota de quien sabe más que una, me detuve para analizar sus palabras. Desde hace casi treinta años, eso es algo que hago ante cualquier texto: sea de mujer, hombre, niño; incluso ante los que escriben sin pensar ni revisar siquiera, impregnando las redes de faltas de ortografía graves.

Me detuve a analizar sus palabras, como digo. Para cederle el beneficio de la duda, igual que se lo habría cedido a cualquier persona. Incluso a mi peor enemigo. Hasta a un inspector de Hacienda se lo habría cedido. Pero mi error fue considerar señor al que sólo era presunto; porque al comprobar varias veces si era tal el significado o andaba yo desorientada, descubrí que el caballero, con aire de espontánea mofa, estaba insinuando que mantuvo relaciones sexuales con la madre de su interlocutor.

Oigan. Tengo treinta y cuatro tacos de almanaque a la espalda, y entre lo que lees, y lo que viajas, y lo que sea, he visto un poco de todo; pero esto del caballero, o el individuo, presumiendo que se trataba de un intelectual y una persona respetable, inteligente y sagaz, no me había ocurrido nunca. En mi vida. Así que háganse cargo del estupor. Calculen el puntazo de que eso le pase a una fulana de mis años y generación, educada, entre otras, por una madre de ideas progresistas y correcto uso del lenguaje, y de la que aprendí, a temprana edad, cosas como que a las mujeres se las respeta en las relaciones sociales y no se las menta gratuitamente haciendo alusión a vejaciones o desprecios de índole sexual, porque influyen las palabras en la aceptación social de estas agresiones y desprecios, que cuando es posible se les evita la categoría de vírgenes o putas, que uno se centra en lo que discute sin hablar de madres, ni de esposas, ni de hermanas, sin venir a cuento, solo para ofender al interlocutor o a la interlocutora –«Que en el futuro, no te acusen de contribuir a perpetuar el machismo», bromeaba mi madre con una sonrisa– y cosas así. Calculen todo eso, o imagínenlo si su educación familiar dejó de incluirlo en el paquete, y pónganse en mi lugar, parada ante la contestación de un miembro de la RAE, volviendo a leer con ojos como platos: «Más que su cuñados podría ser que Carlos o yo fuéramos su verdadero padre. Pregunte en casa, hijo mío. Pregunte».

Habría querido disponer de tiempo, por mi parte, y de sensibilidad, por la de él, para decir lo que me hubiera gustado decirle. Algo así como se equivoca usted, señor o lo que sea. Insultar a las mujeres, a las madres, de manera gratuita, no es ninguna proeza verbal ni tiene gracia ninguna, por más que sus seguidores insistan en llamar a eso «contestación elegante» y «zasca». No es esa una de las respuestas acertadas de su colección, como tampoco lo es el hecho de que un académico caiga en semejante bajeza, burlándose, ya no del interlocutor, sino de todas las personas que intentan inculcar un lenguaje no sexista y respetuoso con la mujer. Al final acabo avergonzándome cuando veo a un intelectual, como se les llama, o a alguien en quién presumo más educación que la mía, cayendo en semejante falta de respeto. Así que entérate, cretino de concurso. Contestar en las redes sociales con un lenguaje respetuoso hacia las mujeres, sin necesidad de mentar los escarceos sexuales de la madre de nadie, no tiene nada de especial porque es un reflejo instintivo, natural, que a la gente de buena crianza, y de ésa, con el tiempo, habrá mucha más, le surge espontánea ante varones, hembras, ancianos, niños, e incluso políticos y admiradores de Esteso. Ni siquiera es por ti. Ni siquiera porque seas hombre, que también, sino porque la buena educación, desde decir buenos días a contestar con respeto o incluso utilizar el silencio por respuesta, si acaso lo conoces, facilita la vida y crea lazos solidarios entre los desconocidos que la practican.

Y, bueno. Me habría gustado decir todo eso de golpe, allí mismo; pero no hubo tiempo. Tampoco sé si lo iba a entender. Así que permanecí inmóvil, releyendo aquella respuesta con los ojos del tamaño de dos melones. «Lo he hecho polvo», debió pensar después de soltar semejante burrada. Sus seguidores así lo reafirmaban, con alabanzas continuas a la proeza verbal de llamar «puta», «promiscua» o como sea, sin venir a cuento, a la madre del chaval que lo llamó cuñado. Y sentí todo pasar mientras pensaba, a mi vez: y este es el que escribió aquello de «No es una señora». Pues le voy a dedicar unas palabras, parecidas a las suyas, para que las entienda. No es por ti, bobo. Sé de sobra que no lo mereces. Es por mí. Por la idea que algunos procuramos mantener de nosotros mismos. Me enseñaron a criticar las expresiones que perpetúan esa imagen de macho soez, animal, que viola y mancilla para ofender el honor de otro macho y que trata a la mujer como moneda de cambio. Esas expresiones que nos anclan a un estadio que queremos superar y que restan en educación, respeto e igualdad. Considero, llámame ingenua —o sigue con la costumbre y menta a mi madre—, que un académico de su categoría también debería velar por no bajar a ciertas ciénagas de las que solamente se sale a rastras.

Judith Bosch (plagio/contestación a Pérez-Reverte), 2016

25 comentarios en “No era un señor

    1. Desde luego, las lecciones de «caballerosidad», visto lo visto, le quedan un poco grandes. Pero bueno… Que siga combinando el noble ejercicio de sujetar puertas con llamarnos putas a la mínima de cambio.

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      1. Ole ole y ole, pero es una lástima, para lo que le va a servir… La egotitis es lo que tiene, que no deja ver más allá de sus propias narices, su propia visión y sus propias ideas. Y este «señor» tiene el ego taaaaan inflamado….

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  1. Debo admitir que he consultado el perfil de twitter del escritor para comprobar que realmente dijo tal cosa, porque me costaba creerlo de un hombre tan bien educado, pero lo dijo (o, siendo innecesariamente exacto, lo escribió), efectivamente… Genial respuesta.

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  2. Muchas personas «tan bien educadas» olvidaron hace tiempo el respeto y la empatía… De hecho, para mi la «exquisita educación» suele ser una señal de alguien con quien puedo acabar teniendo problemas.

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    1. A mí la educación me parece importante. Al margen de los principios de cada uno; sí es cierto que la educación y el buen trato nos ayudan a convivir de manera pacífica y agradable. Es bonito aguantarle la puerta a las personas, ayudarles con la compra, si estás apretando los botones del ascensor, no solamente apretar el tuyo sino preguntar, etc… Lo que no me parece de recibo, es que este señor se dedique a hablar del «respeto que su padre le inculcó» por las personas (especialmente si son mujeres), cuando, a la mínima de cambio, se acuerda de las madres de sus interlocutores, que no es la primera vez que pasa. Tampoco me parece de recibo que le de clases de educación a nadie. No sé, un día puedes levantarte y opinar sobre lo que ves en la calle, pero aleccionar a una persona particular, adulta, con su padre y su madre también concretos y particulares, y con su propio mundo y sus propias vivencias, exactamente igual que nosotros, nos queda grande a todos. ¿Tú quién eres para hacer eso? ¡Ah! Un miembro de la RAE y un escritor cultivado… Pues compórtate como tal y no te metas en berenjenales. Aquella señora te llamó machista porque le dio la gana, punto. Da igual que sea una persona maleducada, una sociópata, una persona con un mal día o simplemente que ese sea su carácter. Es que da igual. Supéralo. ¿Quién eres tú para decir qué es una «señora» y qué no lo es? Y no, «ya no hay mujeres como las de antes» ni «hombres como los de antes», la sociedad cambia y en lo que el cambio se produce, afloran malos entendidos, interpretaciones con mil perspectivas, fanatismos, movimientos reaccionarios… Forma parte del cambio. Entiende que a esa mujer le haya podido parecer un gesto machista, por lo que sea, o simplemente tenía ganas de discutir y punto. ¿Qué haces aleccionando a nadie? ¿Cuándo le dices buenos días al frutero y no te responde también te viene el impulso de escribir «no era un frutero como los de antes»? ¿O asumes que se trata de una persona particular con su educación particular y su día particular? No sé, ya son varios los artículos que este caballero le dedica a las mujeres y muchas empezamos a estar cansadas.

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      1. Y quien eres tu para aleccionar a Reverte?, deberías leerte y hacerte caso en lugar de hacer lo mismo. Si no te gustan sus articulos, no los leas. Pero tu artículo es prácticamente igual que el de el y busca el mismo fin, aleccionar a un escritor. Te cito textualmente «Entiende que a esa mujer le haya podido parecer un gesto machista, por lo que sea, o simplemente tenía ganas de discutir y punto. ¿Qué haces aleccionando a nadie?». Veamos, en primer lugar es la señora quien intenta aleccionar a Reverte con un comentario fuera de lugar. Y si tan mal te parezca que alguien aleccione a alguien… ¿porque crees que tu si puedes hacerlo?. Para ser escritora te has caido en la controversia tu solita.

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      2. Claro que es prácticamente igual; es un plagio. El plagio tiene esta doble funcionalidad: por un lado, hacer crítica directa a las conductas y expresiones machistas y por otro lado invitar a la reflexión -si cabe la posibilidad-, acerca de la importancia de las palabras en función a la persona que las utiliza. Lees las mismas palabras y percibes ese mismo tono que toleras, incluso aplaudes, en un señor mayor (además un escritor con mucho prestigio), en la pluma de otra persona (mujer joven desconocida). ¿Qué ocurre entonces? ¿Aplaudes igual? ¿Te parece una lección innecesaria? ¿Y antes, por qué no? Son las mismas palabras y el mismo tono, ¿qué ha ocurrido? Hice pruebas con amistades a las que «No era una señora» les había resultado innecesario, pero no insultante. Sin embargo, «No era un señor», si les resulta insultante, pese a que en ese artículo no hay más insultos que en el anterior, solamente se han cambiado los que hay de género. Entonces, a estas amistades no les resultó insultante que un señor mayor llamara «boba» o «cretina de concurso» a una mujer más joven que él, por lo que sea, pero sí les resultó insultante al revés. Por un lado, pienso hasta qué punto está normalizado que un hombre aleccione a una mujer de manera humillante y, por otro lado, pienso hasta qué punto, a veces, leemos en función a quien escribe las palabras y no leemos lo que son esas palabras. Me gustaría hacer más ejercicios similares, en colaboración con más personas, me parece muy interesante. Sobre la parte que citas, pertenece a este hilo, que empecé con Tan; no al artículo.

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      3. Ruben – julio 23, 2016 a las 7:19 am, conoces el concepto de caricatura? Por supuesto que se parece! Si una caricatura no se pareciese al original lo bastante como para reconocerlo, el chiste, aportado por las variaciones, no se entendería.

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  3. Pues creo que tienes toda la razón. En esta sociedad machista uno de los peores insultos que se le puede decir a alguien es que su madre es una prostituta. Como si la madre fuera responsable de los actos de su hijo. E incluso aunque lo fuera, digo yo que el padre es igualmente culpable, pero nunca he oído insultos del tipo «hijo de chapero» o similar (dejando aparte el hecho absurdo de que las prácticas sexuales o laborales de los padres tengan algo que ver con la calidad humana de los hijos)

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  4. Un poco contradictorio lo suyo. Le recrimina a Perez Reverte por aleccionar a otro adulto… aleccionándolo a su vez… De todos modos creo (creo, no me consta) que pese a su rapapolvo el hombre ha dormido de maravillas

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    1. ¡Dios me libre de alecionar a Reverte! 😉 Por eso se ha utilizado el plagio. El plagio tiene esta doble funcionalidad: por un lado, hacer crítica directa a las conductas y expresiones machistas y por otro lado invitar a la reflexión -si cabe la posibilidad-, acerca de la importancia de las palabras en función a la persona que las utiliza. Lees las mismas palabras y percibes ese mismo tono que toleras, incluso aplaudes, en un señor mayor (además un escritor con mucho prestigio), en la pluma de otra persona (mujer joven desconocida). ¿Qué ocurre entonces? ¿Aplaudes igual? ¿Te parece una lección innecesaria? ¿Y antes, por qué no? Son las mismas palabras y el mismo tono, ¿qué ha ocurrido? Hice pruebas con amistades a las que «No era una señora» les había resultado innecesario, pero no insultante. Sin embargo, «No era un señor», si les resulta insultante, pese a que en ese artículo no hay más insultos que en el anterior, solamente se han cambiado los que hay de género. Entonces, a estas amistades no les resultó insultante que un señor mayor llamara «boba» o «cretina de concurso» a una mujer más joven que él, por lo que sea, pero sí les resultó insultante al revés. Por un lado, pienso hasta qué punto está normalizado que un hombre aleccione a una mujer de manera humillante y, por otro lado, pienso hasta qué punto, a veces, leemos en función a quien escribe las palabras y no leemos lo que son esas palabras. Me gustaría hacer más ejercicios similares, en colaboración con más personas, me parece muy interesante. Por lo demás, no sé qué responder, no escribo para quitarle el sueño a nadie.

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  5. Yo soy yo y mi circunstancia. Uno ha de percibir las palabras, sin duda alguna, puestas en la boca de quien las expresa. No es lo mismo mi mirada, a mis 48, que la de, pongamos, mi suegro que pasa de los 90.
    Nadie es inmune o ajeno a su crianza ni a su entorno, que lo moldea y lo prepara, aún cuando sea posible resistir determinadas cosas o modificar otras, hay improntas que no es sencillo desandar. Por eso es imposible tomar del mismo modo similares palabras en gente muy distinta en edad, influencias y estilo. Yo creo que siempre leemos en función de quien escribe. Y no está mal que así sea

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    1. Me parece muy interesante tu comentario.
      Creo que hay que distinguir entre contextualización y prejuicio. Una cosa es tratar de ponerte en los zapatos de la persona a la que lees y otra adjudicarle fortalezas o debilidades de entrada, según esta persona sea hombre/mujer, de valía reconocida/de valía anónima, desconocida/popular, simpatizante de mi ideología/simpatizante de una ideología contraria a la mía, etc… Es una debilidad humana, supongo, pero estaría bien profundizar en ella y observarla con detenimiento. Muchas lacras que podemos eliminar con el tiempo, como el machismo o el racismo, se cuelan y son perfectamente visibles en esos «pequeños detalles».

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  6. El problema de Reverte es que hace ya mucho tiempo que fue absorbido por su propia caricatura, y se ha vuelto un simple troll con columna en prensa más. Hace ya bastante tiempo yo leía sus artículos encantado. Tenían una ironia mordaz encantadora. Siempre había alguno que te hacia venir ganas de medirle la cara con el puño al autor, eso no fallaba, pero luego respirabas fuerte, y auque la ofensa no se iba, por lo menos le reconocias el punto de haberte sacado de tus casillas con sarcasmo. Pero eso fue hace mucho tiempo. Calculo que de al menos 10 años a esta parte, se ha vuelto superprevisible, y sobre todo, aburrido. Una caricatura del viejito gruñon que intenta aparentar ser un malote de taberna, y que ya ni divierte ni sobre todo, ofende, porque ofende quien puede, no quien quiere. Y el ya no puede. Una lástima.

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    1. Hay tres individuos que contestaron algo parecido, añadiendo «puta», «estúpida» o «saludos de mis partes» y, como comprenderás, me vi en la obligación de enviar esos comentarios directamente a la papelera. El tuyo lo apruebo, por supuesto, y lo respondo. No acabas de argumentar nada, pero no faltas el respeto y escribes como una persona adulta, abierta al diálogo, que tiene todo el derecho del mundo a decir lo que piensa. Mira, no vivo ofendida ni enfadada. Las compañeras y compañeros feministas que conozco, tampoco. Simplemente criticamos posturas que consideramos retrógradas y contraproducentes para llegar a construir esa interesante sociedad en la que nadie te insulta por ser mujer ni hombre, ni tampoco, en base al mismo motivo, se permite aleccionarte y a decir cómo tienes que ser, si quieres ser una «señora» o «un señor»/ «una buena mujer», «un buen hombre». ¿Cuántos artículos e iniciativas conoces de mujeres que te aleccionen abiertamente sobre cómo ser un «señor» o «un buen hombre»? Muchísimo antes de que se normalizaran las «escuelas de señoritas», que te enseñaban a «ser mujer», allá en los años 30, las mujeres hemos estado aleccionadas, dirigidas y reprendidas por una sociedad patriarcal y machista que nos dice en todo momento cómo y qué debemos ser. Estamos saliendo de eso, poco a poco y con muchos esfuerzos. No podemos permitir pasos que nos lleven de vuelta a ese infierno rudimentario que no beneficia a nadie. Tal vez no me entiendas porque no hayas vivido esa situación, menos aún de manera sistemática, generalizada y continua. ¿Qué te parece este artículo, por ejemplo? ¿Qué te parecería si fuera al revés, de una tal Arminda Reverte, refiriéndose a los hombres y diciendo, palabra por palabra, lo que dice este señor, incluyendo la parte de matar caballos?
      http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/156/mujeres-como-las-de-antes/

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